Me senté a ver como se derretía un hielo. Había tiempo.
Había pausas que daban tiempo / tiempo que se extendía elástico / tiempo que se extiende elástico / tiempo que se extenderá elástico.
El agua, que venía de quién sabe dÓnde, que no tiene principio y no tiene final, cambiaba una vez más de cuerpo, tintineaba mientras se iba desvaneciendo poco a poco, para convertirse mitad en líquido y mitad en nada.
Dejando un rastro pequeñito, casi invisible.
En el objeto de su efímera existencia cabían cien rituales pertenecientes a nadie. cientounmil rituales diarios de agua que viene y va, y desaparece.
Sutiles vestigios de acciones que se repiten a diario, que nacen y mueren, dejando un rastro pequeñito... casi invisible.