Instalación visual y sonora conformada por una serie de cincuenta campanas de viento de latón instaladas sobre los árboles del Parque Hundido en la Macroplaza de Monterrey, México.

Cada una de estas toma la forma de las hojas secas que caen de los árboles, convirtiendo los fragmentos o restos que la naturaleza arroja durante sus ciclos naturales en pequeños memoriales sonoros y visuales, que convierten la ausencia en presencia —en memoria auditiva-.

Al activarse con el viento, las campanas emiten una serie de percusiones que puede escucharse al caminar el trayecto que rodea a los árboles en el parque.

Además, en distintos momentos, la obra se activa a través de performances sonoros a manera de conciertos en movimiento, donde un grupo de percusionistas toca cada una de las campanas instaladas en el parque.


Pieza seleccionada para Biofilia, curada por Guillermo Santamarina, en el marco del Festival Internacional de Santa Lucía en Monterrey, Nuevo León.